Bardo viene de distintos lugares.
El bardo de crear, el bardo del barro, el bardo de los colores, el bardo de animarse, de animarme, mi propio bardo.
Para mí, Bardo no es desorden, sino sin orden.
Del caos surge la vida en todas sus manifestaciones. En mi taller de cerámica, no hay un orden establecido pare los procesos creativos. Así como existe un orden perfecto para todo, también hay perfección en el desorden.
Cerámica inspirada en la naturaleza
Mi esencia está en ella: en sus colores, sus aromas, su vida, en el saberme parte de su flujo. Bardo es el goce de vivir esta experiencia humana, con todos sus matices. Su orden desordenado.
Un proyecto familiar con historia
Y como detalle literal, pero no menor: Bardo viene de Bardi, mi apellido. Este es un proyecto en el que nos unimos para ofrecer, a través del movimiento creativo de la cerámica artesanal, mucho más que objetos. Cada pieza es única y lleva dentro el secreto, el corazón de quien la crea.
La belleza conmueve al alma
Gracias por ser parte de este camino.
— Victoria Bardi
Estudié muchas cosas: Bellas Artes en el UNA, Diseño industrial, dibujo en Barcelona, música, pero no terminé nada. No hice carrera ni tengo títulos. Lo único que siempre mantuve fue mi pasión por crear cosas con las manos. Pasé por la joyería y los metales y ahora con Bardo creo con el barro y sus pigmentos pequeños cuadros inspirados en la belleza que me rodea.
Bardo nació de ese deseo: transformar la materia en objetos que acompañen la vida cotidiana y puedan ser heredados, como un gesto de amor que se transmite.
Vivo y trabajo en las sierras, donde la naturaleza es mi inspiración constante: las formas, los silencios, sus ciclos, su simpleza, y su perfecta imperfección.
Y en ese entorno de belleza natural logro materializar todos los días un poquito de todo eso que me inspira.
Esto no es un ‘paso a paso’. Es un ritual.
Siempre soñé con tener mi taller en casa, con crear cosas con mis manos. La cerámica me dió eso.
Igual no me considero ceramista, creo que la cerámica en mi caso, me permite bajar y mostrar lo que para mi es divino. Y es parte de mi día. Tampoco lo considero un trabajo, tengo la fortuna de sentirlo un placer.
Para mi sentarme a amasar, a colar, y sobre todo a pintar es entrar en trance absoluto.
Música, mate el barro, mariposas, conejitos, muchas flores y yo. No hay alegría más grande que esa.
Siento cada pieza como un hijo, como parte de mi, como una carta de amor. Por el proceso, por lo que sentí creandola y por el recorrido que tendrá.