En Bardo no hay formas ni reglas. Hay un impulso y un deseo. Como si fuera una necesidad. Bajar y plasmar con el barro, pigmentos y mis manos todo aquello que me inspira. Una flor, un colibrí. Para mi no hay mayor belleza que lo que nos da la tierra, sin necesidad de un condimento extra. Creo que jamás nos plantearíamos modificar una rosa o juzgar que algo le falta, es simplemente perfecta, y eso es lo que me inspira y emociona profundamente. Bardo es producto de esa inspiración.